Aunque sigue habiendo retraso en el diagnóstico, pocos
pueden aludir al desconocimiento del concepto "cáncer" para sospechar
la enfermedad. Sin embargo, hace setenta años, el tabú y el silencio rodeaba al
cáncer.
Los primeros investigadores , cuando ni siquiera existía la
quimioterapia, vieron pronto la necesidad de que se generalizara el
conocimiento de la enfermedad. Descubrir a tiempo el tumor era esencial para
que el paciente salvara la vida.
El objetivo era generar conocimiento sobre la enfermedad
para fomentar el diagnóstico precoz y también aumentar la concienciación de los
Gobiernos y Entidades que pudieran financiar la carísima investigación
oncológica, que ha llevado a multiplicar los porcentajes de curación del
cáncer.
Cuando dar información de este tipo supone la diferencia
entre vivir y morir, surge gente que utiliza sus dones para ayudar a otros. En
este caso concreto, fueron los cineastas los que encontraron una forma de que
el mundo tuviera conocimiento sobre el cáncer. Descubrieron que el cine era un
formato ideal para llegar a miles de personas y los cortometrajes con esta
temática se multiplicaron.
El tono era común: difundir el miedo para promover
la concienciación sobre la enfermedad.
Algunos historiadores dicen que la lucha audiovisual contra
el cáncer en aquellos años animaba a hablar y "denunciar" un
auténtico tabú.
En 1947 la Asociación Nacional de Cáncer de Dinamarca
contrató al (con permiso de Lars Von Trier) mejor director de cine danés de la
historia, Carl Dreyer, para dirigir un minidocumental con un título que no
dejaba lugar a dudas: La lucha contra el cáncer.
La pieza, de 12 minutos de duración, comienza con un toque de campanas a
muerto, mientras que una voz en off se pregunta: "¿Por quién doblan las
campanas?" y, tras enfocar a una esquela de una mujer de 32 años,
contesta: "Por alguien que
esperó demasiado".
Además de este documental, se rodaron muchos más. Todos con
tono de alerta, miedo y angustia con la intención de hacer reaccionar al
espectador y que fuera consciente de que el cáncer existía, era peligroso y
esencial que se detectara a tiempo.
Los cortometrajes y documentales que se estrenaron durante
estos años no dejaban lugar a dudas: los protagonistas se enfrentaban a un
futuro incierto o morían por no haber visitado antes a su doctor. Estas
historias tan dramáticas servían también para que las Asociaciones fueran
conscientes de lo grave de la enfermedad. Y las historias funcionaban. En 1949,
el documental El tiempo es vida consiguió que una
Institución (que posteriormente se convertiría en la Sociedad Americana del
Cáncer), contribuyera enormemente a financiar la investigación de la enfermedad. Otros
organismos públicos estadounidenses no tardaron en unirse a la lucha.
Los cineastas también consiguieron que la gente dejaran
atrás pensamientos como que el cáncer era contagioso o que se debía a algún
comportamiento erróneo. Pensamientos que hoy en día no son comunes pero sí en
aquellos años, cuando la enfermedad era algo tan desconocido y estigmatizante.
Estos cineastas abrieron un camino por el que mucho se ha
avanzado hasta llegar al 2015. La investigación del cáncer está muy
desarrollada en todos los países y la gente es plenamente consciente de que la
enfermedad existe y que debe hacerse revisiones periódicas para poder
detectarla a tiempo.
Los médicos e investigadores siguen trabajando. La lucha
continúa. Una lucha que comenzó hace setenta años gracias a unos cuantos
cineastas que decidieron que su arte podía ayudar a personas de todo el mundo.